EL PELIGRO DE LOS CULTOS CONTROLADORES

Por Apologista

El mundo está plagado de iglesias y asociaciones supuestamente cristianas que buscan por todos los medios captar adherentes con el fin único de hacer mucho dinero a costa de éstos. Estas iglesias se presentan como si fueran mesiánicas, iluminadas y dirigidas por el mismo Todopoderoso Dios. Sus líderes utilizan técnicas de manipulación y control mental de tal modo que logran “lavar el cerebro de cada uno de sus seguidores”, volviéndolos como robots o esclavos que obedecen ciegamente las órdenes y reglamentos más estrictos del culto. Estas seguidores incondicionales prácticamente han perdido su voluntad, la cual han dejado de lado para dar paso a la voluntad del grupo, que es, a su vez, la voluntad del líder carismático. Salirse de esos patrones es, para esta gente, perderse en la nebulosa, y vivir en la nada. Las doctrinas o enseñanzas de estos líderes carismáticos son tomadas como infalibles, indiscutibles, e inmutables, y cualquiera que ose discutirlas es severamente reprimido y hasta castigado.

No es difícil hoy descubrir cuáles son esos grupos peligrosos que practican el ostracismo y el control férreo de sus adherentes, los cuales pueden llegar a ser fatales, literalmente hablando. En el pasado, recordemos, más de 80 los llamados “Davidianos” murieron quemados por una causa absurda, junto con su líder, el delirante David Koresh, en Waco, Texas, allá por los años 90; y por supuesto, el caso del infame Jim Jones, aquel líder carismático que terminó controlando, manipulando y finalmente matando a más de 900 personas de su secta en Guyana. Y ni qué hablar de la secta “La Puerta del cielo” (Heaven’s Gate) del homosexual y neurótico Marshall Applewhite, y el suicidio de un veintena de sus miembros que esperaban embarcarse con sus “almas inmortales” en un ovni hacia otro lugar “mejor”!

En el presente podemos aún encontrarnos con ciertas iglesias que controlan prácticamente todo en la vida de sus adherentes; su modo de vestir, su modo de hablar, su forma de gastar el dinero: así como con quien se juntan, a quienes cortejan, que profesión estudian, etc, etc. Incluso hay cultos que les prohíben a sus miembros a juntarse con sus familiares, amigos, y conocidos que no son parte del grupo. Y a los que quieren salirse del grupo, incluso se les amenaza con separarlos de sus seres queridos, o de expulsarlos como si fueran unos herejes abominables, y advirtiéndoles que sus parientes que se quedan en el grupo no alternarán con ellos, sino sólo lo mínimo necesario. Toda una técnica para coartar la libertad de sus adherentes, y volverlos en seres desadaptados o antisociales, temerosos de enfrentar el mundo de afuera sin el apoyo del grupo, pues se les ha inculcado que fuera de él no hay seguridad, bondad, moralidad, y sobre todo, la aprobación de Dios. Se les inculca a renunciar a sus estudios, a sus intereses personales, como formar una familia y procrear hijos, y hasta se les exige entregar sus ingresos, bienes, y herencias a la “obra”, sin importarles si es que estos tienen herederos que tienen el derecho legal de recibirlos, y no ellos, los controladores del culto.

Los cultos se caracterizan, además, por tener líderes que se hacen pasar por los únicos “ungidos” o “escogidos” para interpretar la Biblia, o cualquier libro sagrado, y por tanto, los que discrepan o difieren con ellos son tomados como “apóstatas”, “endemoniados”, o “manzanas podridas” que deben ser erradicados a toda costa del grupo para que “no contaminen a las buenas manzanas”. Esta idea preconcebida lo único que hace es crear divisiones, odios, contiendas, y hasta “guerras santas” que ocasionan mucho dolor, vergüenza, y afrenta al nombre de Cristo.

Sin duda el Señor nos llamó a ser libres, y esa libertad viene por Cristo y su palabra, que es la del Padre celestial. Cualquiera que quiera imponer su verdad, y diga que él no se puede equivocar en cuestiones de fe y doctrina, hay que sospechar de él. Es necesario que expongamos nuestra fe con sinceridad y veracidad, y de ningún modo debemos criticar, y menos amenazar, a todo aquel que nos rechace por el simple hecho de no concordar con nuestra interpretación de las Escrituras. La verdad salta a la luz por sí sola, y ella no requiere de mayores evidencias para que sea creída por todos. Sólo aquellos que imponen su verdad por la fuerza y no por la razón, jamás prevalecerán . Nosotros sólo debemos presentar nuestra fe con humildad, y con la Biblia en la mano, y dependerá finalmente de los que nos oyen, el decidir si decimos la verdad o no.

Y para terminar, recordemos que nosotros no fuimos llamados a juzgar a las personas, y menos aún, a condenarlas, en la eventualidad de que nos rechazaran. El Señor será finalmente el juez en el día de su retorno, y nadie más!

Juan 12:47: Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le JUZGO; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.