Esto dice la Watchtower en su libro Perspicacia, vol.2 sobre la resurrección de los “ungidos” y la obtención de la naturaleza divina para ser como Cristo, es decir, con vida eterna e inmortalidad.
La resurrección de los “hermanos” de Cristo
Los que son “llamados y escogidos y fieles”, seguidores de las pisadas de Cristo, sus “hermanos”, que han sido engendrados espiritualmente como “hijos de Dios”, han recibido la promesa de una resurrección como la de Cristo. (Rev 17:14; Ro 6:5; 8:15, 16; Heb 2:11.) El apóstol Pedro escribió lo siguiente a sus compañeros cristianos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque, según su gran misericordia, nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes”. (1Pe 1:3, 4.) Pedro también dijo que la esperanza que poseen son “preciosas y grandiosísimas promesas, para que por estas […] lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina”. (2Pe 1:4.)
Los “hermanos” de Cristo tienen que experimentar un cambio de naturaleza, de humana a “divina”, a fin de participar con él en su gloria. Han de pasar por una muerte como la de Cristo —manteniendo integridad y renunciando para siempre a la vida humana— para luego recibir por medio de la resurrección un cuerpo inmortal e incorruptible como el de él. (Ro 6:3-5; 1Co 15:50-57; 2Co 5:1-3.) El apóstol Pablo explica que no se resucita el cuerpo; asemeja esa experiencia a una semilla que se planta y brota, pues “Dios le da un cuerpo así como le ha agradado”. (1Co 15:35-40.) Dios resucita al alma, a la persona, con un cuerpo adecuado para el ámbito en el que resucita…Los hermanos fieles de Cristo, que se unen a él en los cielos, renuncian a la vida humana.
El apóstol Pablo muestra que habrán de tener un nuevo cuerpo transformado, o amoldado, para su nueva existencia: “En cuanto a nosotros, nuestra ciudadanía existe en los cielos, lugar de donde también aguardamos con intenso anhelo a un salvador, el Señor Jesucristo, que amoldará de nuevo nuestro cuerpo humillado para que se conforme a su cuerpo glorioso, según la operación del poder que él tiene”. (Flp 3:20, 21.) Perspicacia-2 Resurrección, pág. 834
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